¿Cómo viajar de forma diferente?

Hoy me gustaría hacer una newsletter un poco diferente. No voy a seguir los puntos de siempre y tampoco se trata de algo para mejorar en el trabajo o a nivel personal, sino para disfrutar. El ejercicio que te propongo hoy es hacer un viaje con reto.

Llevo un tiempo que me costaba disfrutar de los viajes. Me costaba identificar exactamente por qué, pero me aburría. Acababa sintiendo que era más parecido a un grupo de tareas monótonas que a una aventura: Entrar en un avión, bajar del avión, entrar en un coche, visitar un monumento, luego otro, comer, descanso, visitar más monumentos, cena, cama y vuelta a empezar. Además comenzaba a padecer un poco de FOMO (Fear Of Missing Out), es decir, sentía estrés por no poder ver todo lo que consideraba que debía ver. En definitiva no me satisfacía demasiado viajar, así que pensé en hacer un experimento.

Ejercicio

La idea consistía en ponerme un reto y crear mi viaje a partir de ese reto. En mi caso, decidí coger unas bicis (no soy ciclista), apagar el móvil, comprar un plano en una gasolinera e intentar dar la vuelta al sur de la selva negra sin ayuda de la tecnología ni de ningún transporte público.

El reto no tiene por qué ser siempre viajar sin el móvil como he hecho yo, podría ser sacar una foto a un raro animal salvaje que solo se encuentra en una zona del mundo, ir a Egipto e intentar aprender y entender los jeroglíficos o intentar aprender todas las recetas típicas de una región de españa preguntando los «truquillos secretos» a las personas del lugar.

Pero personalmente, este viaje a sido un descubrimiento y explico por qué.

Por qué hacerlo y qué me ha sucedido a mí

  1. Tener un “reto” que alcanzar te hace disfrutar del viaje como si fuera un videojuego o un escape room. Ponerte un reto convierte tu viaje en un juego. En mi caso, algo tan tonto como conseguir encontrar los puntos de informacion para pedir mapas de los pueblos (ya que el de la gasolinera era demasiado global) me producía la misma sensación que desbloquear nuevas pantallas en los videojuegos.
  2. Tener que esforzarte de alguna forma para conseguir las cosas te hace disfrutar más de ellas. La clave es que suponga un esfuerzo. A menudo los viajes que hacemos son tan cómodos que se parecen más a mirar un documental en la televisión que a una aventura de verdad. El problema es que si consigues las cosas sin esfuerzo dejas de valorarlas.
  3. Dejar de tener una lista de tareas pendientes (ir a este museo, visitar este monumento, comer en este restaurante, etc) que te hacen programar cada día como si fuera un día más en el trabajo te hace sentirte más libre y relajado. Al eliminar esta lista y poner como único objetivo del día “llegar al próximo pueblo” ha sucedido algo curioso, el miedo que tenía de perderme cosas se ha disuelto. He dejado de ir con prisa. Me he parado varias veces en sitios no planificados que he encontrado espectaculares, o que simplemente me apetecía. Esto no hubiese hecho si hubiera tenido una agenda de cosas a hacer ya que, pararte en sitios no planificados me hubiese hecho ir mal de tiempo.
  4. No poder acceder al móvil no solo te obliga a orientarte mejor, sino que también te recorta opciones, por ejemplo, ya no puedes obsesionarte con encontrar el restaurante con mejores reseñas, ni tampoco mirar qué platos son especialidad. Simplemente te sientas en el que te da buena espina, preguntas al camarero si te recomienda algo y te dejas llevar. Recordar opciones, de nuevo, te ayuda a tranquilizarte y a disfrutar más de tu elección sin preocuparte de si es la correcta o no.
  5. La preparación es igual de divertida que el viaje en sí. Como he dicho antes, yo no soy ciclista, de modo que para mi el reto no solo era poder completar la ruta o no, sino prepararme previamente. Por ejemplo, entrenar un poco unas semanas previas, aprender algunas cosas básicas de la bici como cambiar una rueda, etc. Tener que aprender algunas habilidades y conocimientos antes del viaje me ha hecho disfrutarlo más tanto antes como durante.

Al final, lo que me ha sucedido es que en un solo viaje he hecho deporte sin gimnasio, me he divertido como en un escape room sin tener que ir a uno, he aprendido nuevas habilidades sin apuntarme a un curso y me he relajado sin necesidad de meditar.